«Madame Bovary» de Flaubert

Gustave Flaubert (1821-1880) es, sin duda, uno de los más interesantes novelistas modernos y su obra más conocida, Madame Bovary, es hoy considerada una de las mejores novelas de todos los tiempos.

Su rechazo a la vida burguesa, a la hipocresía de las clases acomodadas y al arte romántico trasnochado lo hacen paradójicamente un típico «desencantado de la vida», una víctima del mal du siècle romántico (el llamado «mal del siglo» o tedio vital), a la vez que lo convierten en un ácido notario de la sociedad francesa del siglo XIX. Su desilusión existencial le lleva a refugiarse en el Arte con mayúsculas, en la estética absoluta, en la búsqueda del mot juste (la palabra exacta) que le permita reflejar la realidad tal como es, de manera casi «científica», al modo de los grandes escritores realistas (o naturalistas).

Para ello renuncia en buena parte al puro y consabido costumbrismo tan habitual entre los escritores decimonónicos, rechaza los meros detalles pintorescos e intenta dotar de sentido íntimo a todos los cuadros y acciones que nos muestra. Porque Flaubert se propuso, nada más y nada menos que pintar la vida que subyace en los objetos, en los paisajes y en las acciones humanas. Y con este objetivo, asumió a menudo el papel de un narrador objetivo, distante, casi cinematográfico, similar al entomólogo que observa con lupa y desde arriba a sus pequeñas criaturas. Por ello, a veces resulta descarnado, muy frío, irónico en extremo e incluso cruel con sus personajes.

De este modo, con una sensibilidad estremecedora, nos transmite las emociones más puras, personales y profundas que experimentan sus personajes y nos transmite sensaciones que parecen imposibles de tener a través de la palabra: el roce del viento primaveral, la visión fugaz de unos labios carnosos, la espuma del champán saltando en la garganta, la insulsa felicidad de un cirujano de pueblo que come y sestea, las crisis histéricas de su mujercita que se aburre sola en casa sin amor, sin diversión, sin encontrarle sentido a una vida que por otra parte, seguramente, no lo tiene…

"Madame Bovary" de Claude Chabrol, 1991

Como La Regenta de Leopoldo Alas, ClarínAnna Karenina de León Tolstoi, o tantas y tantas novelas y cuentos de la época, Madame Bovary (1857) es un apasionante relato sobre el adulterio femenino, y a la vez, como ellas, un sólido retrato de ese tipo de mujer tan bien estudiado por Freud: la mujer burguesa de vida fácil pero aburrida de su marido, insatisfecha sexual y espiritualmente, soñadora, neurótica, contradictoria, débil y fuerte a la vez, que busca una salida amorosa a su infelicidad.  

Para pintar sus «cuadros de vida real», Flaubert se documentó con un rigor absoluto  e intentó esconder el yo, su yo, su inconfundible y amargo punto de vista, tras descripciones de una precisión asombrosa, pero su personalidad lo impregna todo sin remedio y su bisturí afilado consigue abrir la piel del cadáver social sin piedad, dejándonos ver en carne viva la verdad del desamor y la frustración que generan las relaciones humanas. No en balde se dice que, interrogado por su asombrosa capacidad para reflejar el alma femenina, Flaubert respondió sin titubeos: “Madame Bovary c’est moi”.

Os deseo, como mínimo, que disfrutéis con su lectura tanto como yo. Eso sí, si puede ser, sin prisas, disfrutando de estas tardes de invierno junto al fuego, mientras fuera grita el viento siberiano.

REFERENCIAS

Como apoyo, os dejo el enlace directo al dossier que utilizaré como base para preparar las actividades de clase. Es un material del Seminari El gust per la lectura creado por Monserrat Corrius i Carme Vilà:

Madame Bovary, de Gustave Flaubert (Introducció a la lectura i propostes didáctiques)

Y para acabar, os paso el texto de un cuestionario personal a modo de resumen: serie de 10 preguntas.

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